Lïla (15/3/14)
Moisés P. Sánchez, piano y teclado
Borja Barrueta, lap-steel, guitarras y percusión
Uno de los viajes más rabiosamente anclados en el ahora que recordamos en Lo Otro: ahí nos llevaron dos de los músicos de jazz españoles más punteros de su generación, el pianista Moisés P. Sánchez y el percusionista Borja Barrueta. Aunque compañeros de viaje musical desde hace más de una década en el trío de Moisés, en este house concert dialogaron por primera vez en formato a dúo.
Nos prometían un concierto muy paisajístico: Lïla es el próximo proyecto de Borja como líder y compositor, inspirado en la música hawaiana y tejido de melodías muy tranquilas, en búsqueda de texturas desde la sencillez armónica. Los ingredientes sonoros eran múltiples: Borja se enfrentó a todo un arsenal instrumental formado por minibatería, batería electrónica, lap-steel, weissenborn (lap-steel acústico), guitarra acústica, cajón y pequeñas percusiones, en una demostración de su pasmosa versatilidad. Por su parte, su interlocutor Moisés fue alternando entre tres teclados: el del Mason & Hamlin, el de un Roland y el del ordenador al que estaba conectado.
¿A dónde nos transportaron? Sabíamos las condiciones del viaje: un clima tímbrico sugerente, dos músicos que son individualmente excelentes exploradores, y una enorme complicidad química entre ellos. El destino sonoro… desconocido.
La travesía empezó en la calma de una bruma meditativa: una intro a modo de lienzo donde acabaría por plasmarse toda una sesión de experimentación auditiva. Una constelación de timbres, texturas acústicas, sábanas sonoras de fondo y efectos inauditos en primer plano –como el de la sorprendente cometa silbante-, conformaron un universo propio que absorbió rotundamente a todos y cada uno de los asistentes desde el primer segundo. Ni Moisés ni Borja temen los terrenos vírgenes, y se abrieron paso por jardines donde la creación del sonido primero es una planta a la que vemos crecer y transformarse a tiempo real. Pocas veces hemos vivido en Lo Otro una sesión tan orgánica, tan viva, “un organismo vivo irrepetible, que va mutando” como definió el propio Moisés. Y tan magnético que los que allí estábamos no tuvimos más feliz opción que seguirlos por la ruta sónica que nos proponían.
Como muchas músicas que aspiran a transportar a un estado alterado de consciencia, nuestros guías utilizaron el recurso mántrico de la repetición. Gran parte del concierto se construyó sobre loops, bucles grabados y reproducidos en directo sobre los que se fueron añadiendo capas de sonido. En otros momentos, el propio Moisés fue hilando un ostinato a tiempo real. Estos dos recursos dibujaron una trama básica, un suelo sobre el que desplegar todos los ingenios para jugar de manera vertiginosa con el aquí y el ahora, en un proceso de búsqueda sin ningún tipo de prejuicio ni complejo.
Solo los maestros son conocedores de los secretos y los poderes profundos que encierra una música que, en ocasiones, es tan cercana al silencio. Pero también conocen las trampas del camino: confundir lo sencillo con lo fácil, la no-acción con la pasividad, perderse en la búsqueda del nacimiento del sonido y acabar, por decirlo de una manera más directa y prosaica, en una especie de música-mueble hueca, de new-age barato. Nuestros exploradores están a salvo de esas trampas: circulan por una órbita muy diferente. Pertenecen a ese orden magistral: conocen los misterios del palpitar y de los pulsos, el tiempo de vida natural de cada estado y cada idea, el fluir de las transiciones, los clímax y los valles. Una sabiduría extrapolable a todo proceso vital, que desgraciadamente en el terreno musical ha pasado de ser esencia, a ser excepción.
Pero lo transcendental no es nada sin lo terreno… y hubo momentos mágicos y a la vez cómicos: por ejemplo, cuando durante el tema “Ritual”, del último disco del trío liderado por Moisés, sonó claramente un móvil. Un tono de cuatro notas bien definidas que el pianista no dudó en incorporar inmediatamente como un motivo más, encajado a la perfección de manera camaleónica, con una pirueta de rápidos reflejos que hizo sonreír a casi todos. O el penúltimo tema de la noche, según Borja “una canción típica hawaiana” que fue una mezcla deliciosa de relax y buen rollo caribeño, glissandos humorísticos y minigags musicales difícilmente explicables con palabras, pero que arrancaron la carcajada y la felicidad del público.
Gracias a ellos por recordarnos que el objetivo es el viaje. Y gracias de nuevo a nuestros otros tripulantes: J-GO Av Solutions por ejercer de magos de los decibelios, así como a Maga Engineering en la amplificación que llenó todos los rincones de la sala de manera natural, exacta y envolvente.
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