Dúo Azquinezer-Galera (10/9/2016)
Iris Azquinezer, violoncello
Antonio Galera, piano
Temporada nueva… musicazos nuevos.
Lo Otro inició la temporada 16/17 con dos intérpretes que, individualmente, ejemplifican a la perfección la enorme calidad de nuestra cantera musical, en este caso en el terreno de la clásica: Iris Azquinezer al violoncello y el valenciano Antonio Galera al piano. Pero incluso como dúo joven que son –oficialmente, de apenas año y medio de andadura– ya irradian una integridad sonora sorprendentemente madura y sólida, que ya desearían muchos grupos estables con trayectorias más dilatadas.
Iris y Antonio nos regalaron estupendas explicaciones de cada una de las obras del programa, repleto de ecos diversos: impresionistas, judíos, españoles, tangueros… Un viaje que partía del París de Debussy al Buenos Aires de Piazzolla, donde sonó desde una jota a una letanía hebraica. Vasto recorrido, que exploraba el espectro entre lo clásico y lo popular a través de la influencia de la danza. No obstante, también nos confesaron otros vínculos de carácter más personal con las obras del programa: habían sido escogidas como rastros de los orígenes y raíces de cada uno de ellos, como por ejemplo la ascendencia judía y argentina en el caso de la propia Iris, o la formación francesa de Antonio.
Los ecos judíos inauguraron el concierto con un Ernst Bloch: la suite From Jewish Life (Prayer, Supplication y Jewish Song) con enorme fuerza y profundidad expresivas dignas de un verdadero ritual sonoro. Desde ahí saltamos a la gran precisión de su versión de la sonata para cello y piano de Claude Debussy: perfectamente caracterizada, como bien explicó Antonio, entre la leyenda del Pierrot enamorado de la luna y el aroma a serenata nocturna y de ecos españoles que se traza en el tercer movimiento.
Muchos “escuchantes” del público pudieron descubrir la figura de María Escribano, compositora y madre de Iris. Autora de las bellísimas canciones repletas de referencias sensoriales y acuáticas de su Tríptico Mujer-Agua (Habanera del agua, Mujeres de aguas dulces, Mujeres de aguas saladas). Para mayor hechizo, una emocionada Iris declamó los textos originalmente nacidos junto a este tríptico, que podría ser definido en una frase de Llorenç Barber que resume la obra de Escribano: “una música que vuela a la búsqueda de seducción”.
Siguió la irresistible Suite popular española de Manuel de Falla en la versión para piano y cello a partir de las Siete canciones populares, con momentos de piel erizada, duende y gracia “resalá”. La esencia plenamente expresiva de Iris y su anhelo comunicador logran atrapar al público, y encuentran un óptimo equilibrio junto al excelente pianista que es Antonio, quien demostró una inmejorable adecuación al piano a pesar del tiempo limitado que tuvo para intimar con él.
La despedida tuvo sabor porteño, con un Le grand Tango de Astor Piazzolla elocuente, teatral y arrebatador. Pero ¿qué bis nos aguardaría en el piano del Café Central situado en la planta de arriba? Pues otra pieza de Bloch: la Méditation Hébraïque, que se convirtió en la demostración definitiva de la química indisoluble entre estos dos músicos, que en un malabarismo de confianza mutua la interpretaron cada uno en un piso, y sin contacto visual. Así, con la única pista de la escucha en un estado de extrema atención, pudimos asombrarnos de una sincronización antológica entre ellos. La prueba de que la verdadera entrega en el escenario supera todas las barreras… incluso las arquitectónicas. ¡BRAVI!
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