Cuban Jazz Avant-Garde (17/4/15)
Jorge Vistel, trompeta
Iván “Melón” Lewis, piano
El espíritu de los dioses yorubas se apoderó de Lo Otro, de la mano de dos figurones del jazz: Jorge Vistel e Iván “Melón” Lewis, dos de los excepcionales músicos cubanos establecidos en Madrid, ambos con una sólida trayectoria internacional.
Lo Otro estrenaba nuevo habitante en el loft, que a partir de entonces será disfrutado paralelamente a la música: la escultura móvil Gran 16 Cubos, obra de Elías Crespin, considerado uno de los mejores artistas cinéticos del mundo en la actualidad. Basada en una sutil poesía geométrica de extrema belleza plástica, esta escultura ha sido recientemente instalada sobre el piano Mason & Hamlin, desatando así múltiples posibilidades de interacciones sonoras y visuales a través de su hechizante coreografía.
Esta era la segunda vez que Jorge Vistel visitaba Lo Otro: la primera fue en el 2011, y se acercó a escucharlo nada más y nada menos que Juan Claudio Cifuentes, “Cifu”, uno de los culpables de la afición al jazz en este país, recientemente desaparecido. La trompeta de Vistel representa la fusión perfecta entre las resonancias de su tierra tropical y la vanguardia más avanzada y atrevida. Jorge nos ofreció temas de su último disco, Cimarrón, y avances en primicia de su próximo trabajo Ossain. En esta ocasión iba acompañado a las teclas por “Melón”, heredero del excepcional pianismo latino que aquí fue un sideman de absoluto lujo, posición que ocupa regularmente con artistas de la talla de Sole Giménez o Concha Buika.
El lenguaje de Cimarrón, el esclavo escapado que huye hacia la libertad, es toda una metáfora de la búsqueda de Vistel en las frondosidades de los bosques del jazz de vanguardia. Conscientemente despojado de las cadenas que supone cualquier convencionalismo, Jorge se adentra sin temor a explorar senderos poco transitados –‘Caminos’ es uno de los temas que escuchamos– que nos hablan de deidades yorubas como Elegua u Ossaín. En una atmósfera de rito, temas como ‘Rezo’, ‘Laberinto’, ‘Ascending’, ‘Rancheador’ (persona encargada de perseguir al cimarrón), ‘Mantra’ y la alucinatoria ‘Delirium Tremens’ sonaron hilando músicas arcaicas, polirritmias heredadas de los cultos africanos en estado auténtico, antes de que el trópico las estilizase hasta derivar en lo que hoy comúnmente llamamos jazz latino. En momentos puntuales, la escultura de Crespín danzó pausadamente sobre el piano, aumentando el efecto hipnotizador de las invocaciones musicales que estábamos escuchando.
Si el sonido de Vistel puede llegar a ser mántrico, cargado de significado y jamás intranscendente, Iván “Melón” Lewis no se queda atrás: ambos poseen esa templanza, garantía de maestría, que es la indiscutible capacidad técnica ‘al servicio de’, alejada de la acrobacia injustificada y el fuego de artificio gratuito. En cambio, las hogueras que estos músicos encendieron eran otras: las del umbral un poco más allá de lo que se espera, más allá de la zona de confort, más allá de las cadenas. Totalmente militantes de la inmejorable ecuación musical que es la combinatoria de excelencia, humildad y convicción.
El regreso al universo de lo conocido tuvo su momento con el “bis obligatorio” en el piano del Café Central: ‘Quizás, quizás, quizás’ sonó, seguramente por enésima vez en este Yamaha C3, para delicia y tarareo del público que abarrotaba la sala.
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