Resonant Piano Experiences (4/11/2016)
Ralph Killhertz, piano y electroacústica
¿Piano “extendido” y sin tapa…?
¿Altavoces en forma de ovni encima de las cuerdas…?
¿Resonancias procesadas a través de un software…?
Lo Otro se sumergió en una experiencia sonora fuera de lo común. Ralph Killhertz es artista sonoro, compositor experimental, productor –con un Grammy Latino con Paco de Lucía y cinco nominaciones más– y creador de nuevas tecnologías musicales.
Era una invitación a la escucha sin red. Ya desde la pieza inicial, el Mantra n.1, que actuó como preparación auditiva. Al igual que una meditación, a través de la repetición y observando los pequeños cambios, nuestro cerebro se desprendió de la expectativa y el deseo de una melodía, armonía o ritmos determinados. Nos entregamos, sencillamente, a la escucha sin prejuicios de lo que, desde la década de los 60, se denomina arte sonoro.
Raúl nos explicó el fundamento de su piano resonante: en sus propias palabras, una especie de “piano biónico” –potente concepto–, extendido con su propio sonido metabólico, gracias a unos altavoces de contacto colocados en la tabla armónica. Gracias a ellos, lo que se propone en el piano se capta y envía al ordenador, donde el sonido es procesado a través de algoritmos, y vuelve a inyectarse al piano a través de los altavoces vibradores. De esta manera se genera un diálogo de ida y vuelta, cuyo entramado pudimos escuchar en Improvisation with Keys y Imrpovisation Keyless, ésta segunda directamente realizada en el interior del piano.
En el siguiente bloque, Mold Music, nos introdujo en el universo de la música de moldes: estructuras sonoras fabricadas a partir de fragmentos ínfimos de piezas, en este caso pianísticas. Algo así como los sonidos de un piano reducido a escombros. Una especie de partículas –la “unidad mínima reconocible” –, ante lo cual nuestro cerebro cree reconocer un timbre familiar, pero que no acaba de identificar. Al tratarse de creaciones electroacústicas, en las que se utiliza material grabado –o “cinta” – combinado con el piano a tiempo real, en la sala se colocaron altavoces en puntos estratégicos, con el objetivo de envolver al público en una zona de cuadrifonía que permitía percibir tanto las capas como la direccionalidad del sonido, en una experiencia sensorial muy adictiva.
Y se atenuaron las luces. Lentamente, Ralph nos deslizó hacia una galaxia acústicamente ultrasugerente. Comenzaron a sonar Synthetic Fantasy Mold I y II, teletransportándonos de inmediato a un espacio de inmensidad. Especialmente erizante fue 1133 Mold, en el que el piano enmudece, pieza creada tras una profunda pérdida personal a manera de molde-edificio, de capilla sonora construida como refugio vital. La irrupción de nuevo del piano nos introdujo en la última pieza del bloque, Dissidence Mold, que cerró un ciclo de escucha que consiguió enorme introspección y concentración entre el público.
Ralph Killhertz es un verdadero alquimista de los herzios. Pero decir que moldea la materia sonora porque utiliza moldes es una trampa metafórica. Porque más bien esculpe, cincela diferentes ingredientes audibles –los trazos y sus ecos, lo asertivo convexo con lo resonante cóncavo–, en un juego dialogante de energías que captura al escuchante. Ralph es, nunca expresado de manera más extremadamente literal, tejedor de un arte-sonado hipnótico y que nos reverbera muy adentro.
De bis, y ya en el piano que perteneció al Café Central, Ralph nos regaló otro de sus Mantras, una adaptación del original para piano y contrabajo. Terminaba así la sesión de una manera capicúa, devolviéndonos a nuestra realidad sonora habitual tras una escucha cuya resonancia se prolongó, en muchos de nosotros, mucho más allá del concierto.
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