El Club de la Serpiente: Jazz + Cortázar

El CLUB DE LA SERPIENTE_
UN HOMENAJE A CORTÁZAR DESDE EL JAZZ 

Sala Berlanga (Madrid), julio de 2013

Un comisariado musical para la Fundación SGAE con motivo del 50º aniversario de Rayuela.

Pieza clave del boom latinoamericano que sacudió el mundo editorial y literario en la década de los sesenta, Rayuela de Julio Cortázar cumplió 50 años desde su publicación en 1963. La Fundación SGAE (entonces Fundación Autor) celebró el aniversario de esta obra poliédrica desde el jazz, definido por el propio Cortázar como “una música que permite todas las imaginaciones”.

Este comisariado musical consistió en un ciclo de actividades que exploraba la presencia jazzística en Rayuela, el “libro que es muchos libros”, con una conferencia del musicólogo Juan Calvi ilustrada musicalmente por Marcelo Peralta, y tres conciertos a cargo de grandes músicos de prestigio internacional: el dúo Sons-Nús, el trío de Moisés P. Sánchez y el quinteto de Federico Lechner.

Un recorrido por los grandes nombres del blues al bebop –de Fats Waller a Thelonious Monk– venerados por los intelectuales de El Club de la Serpiente de Rayuela, que escuchan vinilo tras vinilo en las noches parisinas de esta obra radical que desafió los modelos de novela tradicional.

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Discos de jazz, formatos e improvisación en Rayuela

DISCOS DE JAZZ, FORMATOS E IMPROVISACIÓN EN RAYUELA (10/7/2013)

Conferencia de Juan Calvi ilustrada musicalmente por Marcelo Peralta (saxos)

El Club de la Serpiente se inauguró con una conferencia sobre la concepción musical en la escritura de Cortázar. Juan Calvi, investigador y músico argentino, explicó las influencias del jazz

en la construcción de Rayuela, especialmente de la improvisación como forma estética.

Lejos de limitarse a la palabra hablada, la conferencia fue ilustrada musicalmente por el estupendo saxofonista Marcelo Peralta. Verbo y música, un maridaje siempre enriquecedor pero delicado en el escenario, se resolvió aquí en una fórmula fluida: una conferencia musicalizada, como un collage casi a la manera de Rayuela que tendió puentes entre los dos lenguajes.

En sus tres intervenciones intercaladas con las de Calvi, Peralta nos regaló su mirada sobre algunos standards que aparecen en la obra de Cortázar. Desde el sonido desnudo de su soprano y tenor, sin vestiduras armónicas embellecedoras, desde la valentía de una situación ‘a capella’, Peralta demostró magistralmente por qué el jazz es, según el propio Cortázar, “una música que permite todas las imaginaciones”.

Desde el blues “See See Rider” hasta “Struttin’ With Some Barbecue” (favorito de Cortázar), Peralta sonó “Jazz me blues”, “Body & soul”, “It don’t mean a thing”, “Naima”, o “I mean you” desde la libertad y recordándonos forzosamente los soplidos geniales descritos por Cortázar en El perseguidor, la recreación del universo de Charlie Parker.

Voz cantada y libre improvisación_ Sons-Nús

VOZ CANTADA Y LIBRE IMPROVISACIÓN_
SONS-NÚS (12/7/2013)

Maite Dono, voz
Baldo Martínez, contrabajo

El primer concierto de El Club de la Serpiente estuvo consagrado a la improvisación, como la estrategia técnica y estética que invade Rayuela en el plano literario. En el musical, Sons-Nús nos propuso un viaje de riesgo muy similar al que nos arrastra la obra cortazariana. Reunidos a partir del jazz, el folklore y la libre improvisación, Sons-Nús traza un triángulo entre la poesía y las líneas desnudas del contrabajo y la voz cantada.

Pero Maite Dono es dueña de una voz que no sólo cantaba: su garganta desplegó un sorprendente catálogo de susurros, balbuceos, palabras inventadas que invitaban a pisar el terreno de lo incomprensible y lo inhabitual. Un viaje inevitablemente hacia atrás, a la esencia del habla, al inicio del lenguaje que en jazz cristalizaría en el ‘scat’, la técnica vocal de improvisación sobre sílabas desprovistas de significado.

Y cómo no, un homenaje implícito al glíglico: el lenguaje inventado creado por Cortázar, presente en Rayuela y que hablan Horacio Oliveira y la Maga como código íntimo.

Como la escritura cortazariana, que saca al lector fuera de la comodidad de lo adivinable y lo previsible, Sons-Nús invita a la perplejidad y el asombro. El único terreno más o menos firme es la presencia del contrabajo de Baldo Martínez, excelente dialogador e interactor de la voz de Maite. Aquí la libre improvisación es un collage de giros inesperados, equivalente las múltiples maneras posibles de experimentar Rayuela, desafiante de lo cuerdo y de lo absurdo, o de las lindes borrosas que separan lo consciente y lo inconsciente. El clímax de imprevisibilidad fue una especie de catarsis a la que Dono se abandonó en el escenario: modelando la voz en un quejido sin

fin, vivenció lo que al principio parecía ser un alumbramiento y que derivó en exorcismo emocional, demonio a demonio, culminado en gritos de desgarro que hicieron inevitable recordar el dolor inefable de la Maga ante la pérdida de su hijito Rocamadour.

Un viaje sonoro de alto riesgo a lo desconocido, abridor de mentes y de escuchas. Como unas páginas al azar de Cortázar: la dosis necesaria de desubicación que nos ayuda a reubicarnos en el mundo.

Monk en Cortázar_ Moisés P. Sánchez Trío

MONK EN CORTÁZAR_ MOISÉS P. SÁNCHEZ TRÍO (13/7/2013)

Moisés P. Sánchez, piano y arreglos
Borja Barrueta, batería
Toño Miguel, contrabajo

El trío de Moisés P. Sánchez también dio una vuelta (de tuerca) al piano de Thelonious Monk. Su misión era recrear el concierto reseñado por Cortázar del 27 de marzo de 1966 en el Teatro Victoria de Ginebra, donde el escritor escuchó a Monk y su cuarteto: Charlie Rouse (saxo tenor), Larry Gales (contrabajo) y Ben Riley (batería). La huella de su escucha quedó en una crónica titulada “La vuelta al piano de Thelonious Monk”, incluida en “La vuelta al día en ochenta mundos”.

Hilando todos los standards que sonaron esa noche (e incluso dos más que Cortázar menciona en su crítica pero no aparecen en los registros de esa sesión, como “Blue Monk” y “Pannonica”), este trío nos transportó al universo de Monk pero siempre desde el prisma personal de esta formación. En un concierto, sí, de muchas vueltas: absolutamente redondo.

Se movieron como peces en el agua del oceáno del lacónico creador de “Round Midnight”, sin fisuras, como una sola entidad: Moisés-Borja-Toño desaparecen para sonar compactísimos en un microclima de complicidad, desde donde solo se desprenden momentáneamente para brillar por sí mismos desde su enorme calidad individual. Como dijo Cortázar del cuarteto de Monk: “enredados en el misterio mismo de su trinidad”.

¿Qué hubiera pensado Julio de cada uno de estos músicos?

Imaginarlo es aventurado; escribirlo, soberbio. Pero caigamos en el pecado capital, y llamémoslos cronopios considerables. Moisés, capitaneando impecablemente su nave y su magnífica tripulación, nos adentra en las aguas puntiagudas de Monk, sortea sus aristas con maestría, y nos propone orillas de imaginción inesperada y rotunda. En efecto, “cruzaremos un río, habrá otro tiempo”, en el que atravesamos los temas que

escuchó Julio esa noche: “Lulu’s Back in Town”, “Off Minor”, “Epistrophy”, “Straight No Chaser”, “I’m Getting Sentimental Over You”, “Round Midnight”, “Evidence” y “Crepescule With Nellie”. Hacia el final de la sesión, “Light Blue” nos aproximó al sonido y la atmósfera más personal del trío, además de incorporar el lap tocado por Borja Barrueta. Un acercamiento casi meditativo, exactamente de color azul claro –hubiera dicho quizá Julio– que nos dejó con un sabor de boca flotante y duradero.

La música de Rayuela_ Federico Lechner Quinteto 

LA MÚSICA DE RAYUELA_ FEDERICO LECHNER QUINTETO (14/7/2013)

Federico Lechner, piano, dirección y arreglos
Guillermo Lancelotti, trompeta
Roberto Pacheco, trombón
Toño Miguel, contrabajo
Andrés Litwin, batería

La clausura de El Club de la Serpiente no podía ser sino una relectura sonora de Rayuela: una sesión musical con los standards mencionados por Cortázar, que llegan incluso a ser verdaderos protagonistas en algunos de los capítulos.

El espectacular quinteto liderado por Federico Lechner al piano ofreció un concierto brillante y estrechamente inspirado en la novela. Durante la velada, fragmentos de ésta donde el jazz es un personaje más se proyectaban en el escenario, enmarcando a los músicos.

El viaje comenzó con “Jazz me Blues” y “Four O´Clock Drag”: desde el principio, todos los componentes demostraron que se habían conjurado para disfrutar y hacer disfrutar. Guillermo Lancelotti –según Lechner “el trompeta más armstronguiano del país”– dotó a su instrumento del don del habla, de la risa, de la carcajada y hasta del beso, con un elocuente manejo del juego de sordinas.

El trombón de Roberto Pacheco nos erizó la piel en la dramatización musicada del capítulo 29, que el quinteto abordó como un tema experimental. “Mi noche triste”, el tango de Gardel que se cuela en la mente de Oliveira mientras busca objetos como metáfora de su búsqueda interna y total, fue escenificada por Pacheco descendiendo las escaleras del patio de butacas lentamente, con un desasosegante lamento y balbuceo de su trombón, que se acabó mezclando con las armonías del tango al subir al escenario.

“It don’t mean a thing”, “Blue interlude”, “Save it pretty Mamma” o “I ain”t got nobody” fueron algunos de los standards que completaron el simulacro de “discada” de El Club de la Serpiente. Pero también hubo otros guiños a la trama de la novela: Lechner ofreció su recreación personal de los “Tres movimientos discontinuos” de Rose Bob que Oliveira escucha en un concierto de piano contemporáneo de la pianista Berthe Trépat, en el capítulo 23. Federico también nos leyó uno de los fragmentos más musicales de ‘Rayuela’: el capítulo 68 escrito en glíglico, el idioma de amantes inventado por Horacio y la Maga que utilizan entre ellos. Nos presentó un tema propio, de título impronunciable, que bien hubiera podido tener letra en glíglico: “Esbaesbabaesbababa…”. Y también original de Lechner sonó “Candombe para la Maga”, ritmo uruguayo como su dedicataria.

Imprescindible mencionar el magnífico pulso rítmico de Andrés Litwin desde la batería y el soporte armónico de Toño Miguel al contrabajo, que repetía intervención por segunda noche consecutiva en este ciclo, definido por Lechner como “una garantía en las cuatro cuerdas”.

Fin de fiesta inmejorable para este Club de la Serpiente, un comisariado musical de Lo Otro para la Fundación SGAE que nos regaló música de alto nivel de la mano de artistas con una tremenda trayectoria profesional en un marco estupendo como es la Sala Berlanga.

Y como no puede ser de otra forma, esperamos que sea el germen de “un ciclo que es muchos ciclos”.