Lieder desde el fortepiano (18/5/2013)
José Pizarro, tenor
David Aijón, fortepiano
Hasta la bandera: así recibió Lo Otro a David Aijón y José Pizarro, en un recital que fue una delicatessen por muchas razones. Por primera vez, abríamos nuestras puertas a un instrumento histórico de tecla, y nuestro piano Mason & Hamlin cedía su espacio natural a su colega antepasado.
Tomaba su lugar una réplica de un fortepiano Graf de aproximadamente 1819 –una de las marcas más prestigiosas en la Viena de principios del XIX– realizada por el reconocido constructor de fortepianos Paul McNulty. Después de ser transportado y montado de manera asombrosamente autónoma por Aijón, y afinado durante horas con minuciosa dedicación por su técnico Oscar Olivera, el fortepiano actuó como una verdadera máquina del tiempo.
Su sonido, naturalmente más menudo en decibelios que el del piano moderno, de timbre evocador y rescatador del pasado, nos trasladó a la época de Robert Schumann y dos de sus más celebrados ciclos de lieder: ‘Liederkreis’ Op. 39 y ‘Dichterliebe’ Op. 48. Schumann, maestro en el género genuinamente romántico de la canción (lied) entendida como maridaje entre poesía y música en su más elevado orden, pone música a los versos de Joseph von Eichendorff y Heinrich Heine, dos de los poetas más representativos de las letras germanas del siglo XIX. Antes de dar paso a los artistas, introdujimos al público en el mundo de la interpretación histórica con una breve explicación sobre ésta.
Caracterizada no solo por utilizar instrumentos originales, sino por recuperar técnicas y recursos expresivos propios de la época casi en desuso hoy en día, la interpretación histórica incorpora técnicas como la dislocación al fortepiano –una leve falta de sincronización entre las manos– o el portamento en la voz -la unión fluida entre dos sonidos-. Fueron ilustradas con ejemplos de audio, que pusieron en evidencia las diferencias entre las prácticas interpretativas actuales y las de la época. Y acto seguido, vivimos un concierto de manera muy similar a como lo hubiera hecho el público del XIX; además, en el entorno más ideal para ello: el del house concert.
Desde la primera sílaba, José Pizarro cautivó con un timbre aterciopelado y como hecho a medida para el repertorio liederístico. Con un alemán pulcramente pronunciado y fraseo y musicalidad elegante, supo encontrar, personificar y transmitir el carácter de cada una de las piezas del puzzle que constituye un ciclo de lieder y que narra toda una historia. Historia que los asistentes pudieron seguir gracias a la traducción de los textos realizada por el crítico musical Luis Gago, y que recibieron en archivo descargable con antelación al concierto. Seguimos así las instrucciones que Johannes Brahms le escribió a Clara Schumann en una de sus cartas, aconsejándola cómo escuchar un ciclo entero de canciones: “Escúchalas (…) conjuntamente, no por separado; pero no olvides leer los poemas con atención primero, para poder experimentar el todo”.
Desde el papel o los dispositivos electrónicos -las tecnologías también ayudan en los viajes al pasado- seguimos el hilo argumental que Schumann tan magistralmente musicó. Desde el fortepiano, David Aijón desgranó perfectamente el sentido y la intención de la parte pianística del lied como forma, desde el nivel al que lo elevó el compositor: un trato de igual a igual con la voz, sin jerarquías ni estatus de acompañamientos secundarios. En ese maridaje, la escritura pianística cobra un valor de miniatura-joya: aunque en pequeño formato, la calidad del propio Schumann no solo como compositor sino como excelente pianista queda revelada. Tanto en el tejido del colchón sonoro que envuelve la voz, como en los deliciosos preludios y postludios que el piano afronta en solitario, Aijón supo encontrar precisión y lirismo poético, y demostró una gran flexibilidad y capacidad de empaste con Pizarro, con quien forma un tándem perfectamente compenetrado a pesar de su joven trayectoria como dúo.
El público, que disfrutó esta rara ocasión que nos ofrecían estos excelentes músicos, reclamó un bis. Y como ya es costumbre, fue el ex-piano del Café Central el receptor de este último regalo de la noche: ‘Dein Angesicht’, un lied con texto de Heine que el editor de Schumann no quiso incluir en ‘Dichterliebe’ y que se encuentra hoy en día en su Op. 127. Desde el primer piso, donde vive el Yamaha C3, esta última melodía nos traía de vuelta al presente tras una velada para recordar.
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