Chano Domínguez_ Piano Solo

Chano Domínguez, piano (5/12/2015)

Con un lujo 100% ibérico: así quería despedir Lo Otro el 2015.

Y lo hicimos con uno de nuestros pianistas de mayor presencia internacional, incontestable figura clave del encuentro entre el jazz y el flamenco: Chano Domínguez.

Reconocido como pianista en quien cristaliza la fusión entre estos dos estilos, Chano representa la amalgama que ha conseguido desde las 88 teclas con una naturalidad sin precedentes en la historia de la música.

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Y Lo Otro se quedó pequeño. Porque lo que prometía ser un concierto irrepetible tuvo, paradójicamente, que repetirse de inmediato para poder acoger a todos los que querían disfrutar la sesión de cerca. Fueron necesarios dos pases, en los que Chano nos propuso un recorrido caleidoscópico por sus músicas favoritas: desde la canción popular a los standards de jazz, pasando por temas originales, sin olvidar a compositores clásicos españoles como Falla o Albéniz reinterpretados bajo su sello personal.

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[20:00]

El primer pase empezó con unas alegrías… introspectivas. ¿Oxímoron? Lo que puede parecer imposible fue cobrando vida en manos de Chano. Desde un inicio callado y sereno, evocador de una búsqueda desde el silencio, “Alegría callada” –tema propio perteneciente a su álbum Imán– nos fue inyectando en las arterias el ritmo del tirititraun, aunque tamizado y sutil en extremo, dibujando un viaje circular que cerró de nuevo en el silencio. Aquí ya encontramos un ejemplo del excepcional instinto rítmico de Chano: hasta en sus tiempos lentos puede uno percibir el pulso implícito. Podríamos decir que, hasta en las alegrías más pausadas late reconocible la alegría.

Siguió con “El puerto”, la segunda de las piezas de la Suite Iberia del compositor catalán Isaac Albéniz. El pianista gaditano elabora una versión “muy libre” –según sus propias palabras– de esta pintura pianística que retrata un escenario familiar para él: el puerto de Santa María en la bahía de su Cádiz natal. Y es que considerar a Chano como el conector entre géneros dispares como el flamenco y el jazz es quedarse corto: su labor de conexión con el repertorio clásico es también innegable. Los diálogos que mantiene con Albéniz y Manuel de Falla ofrecen, desde su conocimiento profundísimo de los palos flamencos, una visión (o escucha) ampliada, refrescante y muy inspiradora para cualquier conocedor de este repertorio, pilar del pianismo español de la primera mitad del siglo XX.

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Pero lejos de caer en etiquetas, Chano nos puede conducir por caminos muy diversos: distanciándonos de los tintes flamencos, escuchamos el “Gracias a la vida” de Violeta Parra, inolvidablemente difundido por Mercedes Sosa, que nos ha dado tanto. Es, en opinión de Chano, uno de los temas más bellos escritos en lengua española. Un escueto inicio melódicamente delineado, apenas con un puntillismo de armonía, nos condujo a una sección central evocadora de las maneras de Michel Petrucciani: desde los bajos ostinatos hasta el frenético fraseo en la mano derecha. Y es que podría afirmarse que, al igual que este mítico pianista francés, Chano condensa el jazz percusivo y las ráfagas rítmicas de un McCoy Tyner con el lirismo de un Bill Evans.

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Otro camino, con sabor a danzón cubano, fue “Django” –standard de John Lewis, pianista del mítico “Modern Jazz Quartet”–, como homenaje al guitarrista belga de origen gitano sinti Django Reinhardt, padre del jazz manouche. O caminos tipo medley que desembocan en temas triples, como “Dolphin Dance”, “Les Grelots” y “La Tarara” (temas de Herbie Hancock/Michel Petrucciani/Popular, repectivamente). El primero ,“Dolphin Dance” de Hancock, se ha convertido en standard como prácticamente todos los temas del disco al que pertenecía, Maiden Voyage. “Les Grelots” no solo expone la melodía de Petrucciani sino que juega con su misma estructura de improvisación con cruce de manos. Y aquí sucede uno de los milagros de Chano: ocurre que, transitando por el mismo bajo rítmico, de repente nos encontramos en el planeta de “La Tarara”. Y de pronto pone al público a cantar a coro el conocido estribillo, intercalándolo con sus solos y estableciendo un diálogo en comunión difícil de olvidar.

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En el sendero de la introspección, seguidamente desgranó un meditado “Over the rainbow”, fiel a la harmonía y melodía originales de Harold Arlen, desde la sencillez y la profundidad de un sentido homenaje. Para, inmediatamente después, despertarnos con el ritmo pegadizo de las colombianas de “Alma de mujer”, de su trabajo discográfico Hecho a mano. De nuevo sobrevuela el alma de Petrucciani en los bajos sincopados, en esa construcción sobre el pedal de la dominante que tan bien construye y mantiene la tensión arquitectónica.

[22:30]

Tras unos minutos de descanso arrancaba el segundo pase, escondiendo entre el público algunos asistentes muy especiales, como un Jorge Drexler disfrutando en la primera fila que propiciarían más de una sorpresa.

Chano continuó el ritual con “Marcel”, creación propia inspirada en su hijo. Ya desde este primer tema, los afortunados que pudimos presenciar completa la inolvidable noche de Chano en Lo Otro percibimos un ligero cambio de matiz en el sabor de su pianismo. Porque, si el primer pase tuvo un sabor más flamenco, en el segundo escuchamos a un Chano más elocuente en lo jazzístico, con los engranajes a más altas revoluciones –si cabe– tras la inmersión del primer pase, y dispuesto a completar una velada redonda y caleidoscópica. Nuestro pianista no se permitió el lujo de repetir ni un solo tema, ofreciendo un verdadero mosaico de la rica heterogeneidad de su arte. Pero aunque no escuchamos ningún tema duplicado, sí pudimos disfrutar de nuevo de las paradas obligatorias favoritas de Chano.

Antonio Lizana al saxo alto junto a Chano

Por ejemplo, en su particular revisita del repertorio clásico español escuchamos llamear la célebre “Canción del fuego fatuo” de El amor brujo de Manuel de Falla, con quien Chano comparte orígenes gaditanos y espíritus innegables. Con un inicio en atonalismo libre, si en “El Puerto” escuchado en el primer pase voló en libertad dentro de los territorios andaluces, esta pieza de Falla fue claramente transportada a lenguajes de jazz contemporáneo.

Y si antes habíamos viajado a tierras latinoamericanas con “Gracias a la vida”, en esta ocasión nos preguntamos “Hacia dónde”, bellísimo tema de Marta Valdés, embajadora de la Nueva Trova cubana. Chano contó que la conoció a través de Martirio e hicieron un disco juntos. Aires flamencos sonaron por primera vez en esta sesión.

El Chano más meditativo del inicio de la noche, sumergido en la concentración natural necesaria ante el primer contacto expresivo con el público, se transformó afilando su faceta de narrador y de contador de historias. Nos ofreció su elocuencia pianística de altos vuelos –sin caer nunca en la verborrea– sintetizada en centelleantes versiones de standards como “What is this thing called love” de Cole Porter o “Evidence” de Thelonious Monk.

Tras la energía desbordada llega la calma, aquí cristalizada en la balada “Hullo bolinas” de Steve Swallow. Y no podía faltar un homenaje al enorme Paco de Lucía: Chano eligió su “Canción de amor” para terminar la sesión en el piano Mason & Hamlin de nuestro estudio. “Qué buen piano, qué buen público, qué sala, qué lujo poder sentir la cercanía del público como en casa”. Palabra de Chano.

Pero quedaba una pequeña bomba: el bis en el piano del Café Central fue a tres, con el saxo de Antonio Lizana y Omar Acosta a la flauta como invitados. “Caravan” de Duke Ellington rebosó en solos, guiños y maestría a borbotones, improvisado por un tripartito de artistas que se acababan de conocer minutos antes.

El público fue abandonando la sala en estado de fascinación. Pero ahí no acabó todo: ya en petit comité, no se sabe quién fue la chispa pero se desató un segundo incendio improvisatorio. Antonio Lizana se arrancó al cante con Chano, como si su condición de gaditanos les hubiese colocado directamente en la mismísima órbita musical. Después Jorge Drexler preguntó si había una guitarra en la casa (haberla, habíala) y Omar Acosta sacó de nuevo su flauta travesera. Y se lió. Los que allí estábamos crecíamos en asombro, tema tras tema, siendo testigos de cómo estos musicazos que acababan de conocerse continuaron creando juntos hasta entrada la madrugada.

Ninguno de los cuatro músicos sabía (como apunta el crítico Chema García Martínez en la reseña publicada en su blog Jazz y otras hierbas) que, casualidades de la vida, ese día era el 65 aniversario de un peso pesado del flamenco: el también gaditano José Monje Cruz, Camarón de la Isla. Lo que hubiese podido ocurrir si lo hubiesen sabido quedará para siempre en el territorio de las maravillas por suceder.

Afortunadamente, allí estaban grabando lo increíble los maestros Javier Guarino (J-GO Av Solutions) al audio y Noah Shaye Audiovisuals al vídeo. Gracias a ellos, a los músicos, a nuestro público y a todos los que nos acompañasteis en una noche verdaderamente irrepetible.

Y este house concert termino así...

“Toíto Cái” en la versión de Jorge Drexler (guitarra y voz), Chano Domínguez (piano), Antonio Lizana (saxo) y Omar Acosta (flauta), en una improvisada jam session.

Un vídeo de Noah Shaye Audiovisuals

Fotografías © Lo Otro

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