Albert Bover, piano (7/12/2014)
¿Quién dijo que el mejor jazz no puede ser matutino? El house concert en versión matiné de Albert Bover confirmó que sí puede serlo. En su primera visita a Lo Otro, Bover, uno de los referentes más sólidos del piano jazz de nuestro país, nos había anunciado una sesión con temas propios y prestados. El pianista catalán, considerado por la crítica como paradigma de elegancia, esencialidad y maestría ante el instrumento, arrancó con dos standards: “Old Devil Moon” y “How Deep Is The Ocean”.
Entre los temas de cosecha propia, Albert nos ofreció “Raynald’s Doubt”, una exploración sobre los cambios armónicos, y “Nosferatu”. Este último nos sumergió en el insospechado género del jazz transilvánico, que contaba la historia de un vampiro que visita un club de jazz, partiendo desde sonoridades espeluzantes y “draculianas”. El lenguaje personal de Bover transita fluidamente entre el lirismo agridulce y la elocuencia torrencial que, en las antípodas del fuego de artificio gratuito, se despliega llena de significado y siempre inspirada.
De Thelonious Monk, uno de sus compositores referencia favoritos, escuchamos “Played Twice”. Siguió la banda sonora de “Rosemary’s Baby” (“La semilla del diablo”) y un tema definido por Albert como un standard del siglo XII: el canto “Reis glorios” de Giraut de Bornelh, trovador occitano considerado como el maestro de su gremio. Bover recreó este poema trovadoresco partiendo desde el idioma arcaico y modal característico del mundo sonoro medieval, para después ornarlo con filigranas originadas en el registro agudo del teclado.
“Monk’s dream” fue la despedida monkiana en el Mason & Hamlin, pero Bover guardaba como primera propina lo que resultó ser la más conmovedora intervención de la sesión: “The Ballad of The Sad Young Men” de Roberta Flack, declamada desde una intimidad siempre alejada de dulcificaciones fáciles o previsibles. Como “bis obligatorio” en el Yamaha C3, que Bover había conocido en el Café Central, sonó el standard “All Things You Are”, con tantas dosis de frescura como veces declamado en ese instrumento.
Lo confirmamos, certificamos y ratificamos: matiné y jazz no son términos contradictorios, sino una combinación inesperada que puede arrojar resultados tan satisfactorios y de alto nivel como esta sesión.
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