MÚSICAS ENCERRADAS
Variaciones Goldberg BWV 988 de J. S. Bach

Auditorio del Museo Nacional del Prado, 27/9/2013

Marta Espinós, piano y comentarios

Un comisariado musical para el Museo del Prado, con motivo de la exposición La belleza encerrada. De Fra Angelico a Fortuny.

Las entradas se agotaron en la víspera. Con un aforo de 391 localidades, el hermoso auditorio del Museo Nacional del Prado estaba repleto de público expectante y ansioso por descubrir las

relaciones entre las Variaciones Goldberg y La Belleza Encerrada. 

Pero ¿qué paralelismos pueden existir entre ambas? En sus comentarios previos a la interpretación de esta gigantesca pieza, Marta Espinós compartió con el público algunas de esas analogías. Puntos en común reveladores, como la finalidad de la obra artística concebida para ser disfrutada en privado, el pequeño formato como elemento vertebrador, la posibilidad de lecturas simbólicas en las iconografías y la estructura de las Goldberg, y el concepto de “museo dentro del museo” de la exposición, paralela al anhelo “museístico” y compilador de las variaciones.

PDF del programa de mano

Argumentos que caían por su propio peso –sin embargo, que no son siempre evidentes al tratar de comparar un arte espacial y otro temporal– y que aportaron una enriquecedora mirada transversal e interdisciplinar al público. Ya ante el piano, un Yamaha C5 propiedad del museo, presenciamos una interpretación entregada, volcada ante esta complejísima, maratoniana obra. Marta ofreció una versión técnicamente limpia, excelentemente caracterizada y contrastante, rebosante de conmovedora musicalidad.

Durante los 50 minutos ininterrumpidos de música, hizo brotar del instrumento una extensa paleta de articulación, fraseo y colorido tímbrico: variedad de recursos pianísticos imprescindible para expresar las treinta caras de este poliedro, este universo autónomo que son las variaciones. Tras la siempre erizante aria da capo –la vuelta a casa, el cierre del círculo–, el público aplaudió efusiva y sonoramente, con sus casi ochocientas manos, obligando a la pianista a saludar hasta cuatro veces.

Inmejorable experiencia, la del primer comisariado musical de Lo Otro en el templo del arte que es el Museo del Prado.