Este proyecto, que se materializará en un libro, va a contar la historia del 4.510.762, un Yamaha C3 nacido en Japón en 1988 y que pasó veinte años sonando jazz en El Café Central de Madrid
Tres patas, 246 cuerdas, 88 teclas, dos tapas, tres pedales… La mayoría de los pianos tienen el mismo tipo de elementos, pero cada uno desarrolla una biografía particular. Este proyecto, que se materializará en un libro, va a contar la historia del 4.510.762, un Yamaha C3 nacido en Japón en 1988 y que pasó veinte años sonando jazz en El Café Central de Madrid, en las manos de grandes maestros como Don Pullen, Randy Weston, Tete Montoliu, Mal Waldron, Horacio Icasto, Brad Mehldau, Larry Willis, Ben Sidran, Kirk Lightsey, George Cables, Barry Harris, Iñaki Salvador, David Kikoski, Albert Bover, Mariano Díaz, Chano Domínguez y tantos otros, hasta que en el 2008 salió para acabar en el salón de un hogar burgués ignorante de su historia. El azar y la infinita devoción de un madrileño por el jazz lo rescataron para el sosiego del piano y la memoria de todos los aficionados. Este rescate es, en sí mismo, una tarea paradójica y de insignificante valor al lado de los hechos musicales a los que se hará referencia. Registrar los alrededores no sonoros del jazz que salió de aquel instrumento queda tan alejado del sentido último de la música, puramente empírico y temporal, que podría parecer que caemos en una perversión de la misma. Pero no. Por eso, el libro contendrá un CD en el que un piano vuelve a sonar en las manos de algunos de los artistas que lo tocaron en El Café Central para, esta vez, celebrar su historia.
A continuación se desarrolla lo que será el contenido del libro, que será realizado en edición bilingüe con estupendos textos y fotografías.
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LA CONSTRUCCIÓN DEL PIANO
A principios del S. XVIII, Bartolomeo Cristofori inventó el clavicembalo col piano e forte sin saber que se convertiría en la más hermosa de las herramientas para hacer música. A finales del siglo XIX, un joven relojero japonés decidió construir su primer armonio. Pronto consiguió un Premio Honorífico en la Exposición Universal de San Luis de 1904 por un piano de cola. A partir de ahí, la energía de Torakusu Yamaha sentó las bases de una empresa líder mundial en la fabricación de pianos y otros instrumentos musicales. Yamaha ha trabajado el diseño y la ingeniería en busca de instrumentos capaces de llegar a los límites de la expresión artística, pero también ha sabido incorporar los avances tecnológicos más innovadores en relación con los instrumentos musicales, como hizo en 1988 al comercializar su primer piano acústico con implementación digital, los pianos Disklavier.
El piano del Central es uno de estos primeros prototipos, un C3 Conservatory con el número 4.510.762 y con la chapa de Yamaha MIDI Grand Piano con el número de serie 1.103. J.S. Bach dijo que tocar el piano no tiene nada de excepcional, que el instrumento se toca solo, basta con golpear la nota correspondiente a su debido tiempo. Sabemos que no es exactamente así, pero sí que se dan las condiciones técnicas para que un artista virtuoso accione el teclado y desarrolle toda su expresividad. Pero, ¿qué sucede desde que se pulsa una tecla hasta que escuchamos el sonido resultante? ¿Cómo pueden transmitirse tantos matices a través de un ingenio mecánico? ¿Por qué cada piano es diferente? Las respuestas se han encontrado en la misma fábrica en la que nació nuestro protagonista, asistiendo al proceso real de construcción de un piano similar. Desde hace muchos años los pianos se construyen de una manera parecida, sin embargo, no existen dos pianos iguales: el timbre, la intensidad y carácter del sonido, el tacto o la sensibilidad de la pulsación son siempre diferentes, se trata de la personalidad del piano, fundamental en la relación entre músico e instrumento. En este capítulo se contará el proceso constructivo que aporta esa personalidad, entendiéndose este por el momento en el que un piano deja de ser un mueble con vocación y empieza a ser una herramienta para la expresión musical. Se tratarán todas las partes del proceso constructivo, desde la selección de las mejores maderas de pícea, boj, arce y abedul, hasta la construcción del mecanismo formado por casi 5.000 piezas.
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EL CAFÉ CENTRAL
Durante los siglos XVI y XVII, escritores como Cervantes, Lope de Vega, Tirso de Molina o Calderón de la Barca eligieron el antiguo Arrabal de Santa Cruz como lugar de residencia. Hace casi 30 años, Gerardo Pérez y Nanye Blázquez hicieron lo mismo al alquilar un hermoso local para programar música en directo. Este espacio, que había sido una de las mejores tiendas de vidrieras, espejos y cristales de Madrid desde 1908 hasta 1981, se convertiría en el mejor lugar para escuchar jazz de este país.
La calidad de la programación y la posibilidad de escuchar el mismo grupo durante toda una semana permitía profundizar en la música a unos niveles poco habituales. En 1991, la revista británica Wire colocaba en octavo lugar al Café Central en una lista de los 10 mejores clubes de Europa; en varias ocasiones también lo incluyó la mítica revista americana DownBeat en una lista con los 100 mejores lugares del mundo para escuchar jazz, la última de ellas en abril de 2011. Este capítulo contará la evolución de esa andadura a través de testimonios, fotografías, artículos de prensa y material gráfico de diversa índole.
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LOS CUIDADOS DEL PIANO
Cuando un piano sale de su fábrica tiene todavía una personalidad provisional. Los músicos que lo toquen, el tipo de repertorio, sus sucesivas afinaciones, entonaciones, armonizaciones y ajustes diversos irán proporcionando, con el tiempo, su verdadero carácter. El piano del Central ha tenido una vida muy agitada, ha sido cabalgadura de infinidad de jinetes con diferentes temperamentos, muchos de ellos enormemente fuertes. Noche tras noche, el piano se ha ido modelando y también envejeciendo, por lo que ha necesitado, en muchas ocasiones, algo más que una afinación rápida. Se puede hacer una estimación de la cantidad de veces que se pulsaban las teclas del piano del Central en una noche de concierto. Pensemos en un supuesto concreto: se toca un blues, por tanto serán 12 compases que se repetirán probablemente a lo largo de 32 coros suponiendo que se exponga el tema al principio y al fin y dos músicos hagan sendos solos de 15 coros cada uno. El pianista hará el acompañamiento con diferentes voicing, sean acordes tipo so what, block chords, por cuartas, estructuras superiores, etc.; podríamos establecer una media de
5 notas por acorde, repetidos unas cuatro veces por compás, más su solo lleno de corcheas o más si se trata de tiempos rápidos. Esto podría representar unos 30 toques sobre tecla por compás, lo que supone 11.520 veces que se pulsa una tecla en un tema. Si en una noche se tocan 8 temas por cada uno de los dos pases, estamos ante casi 200.000 pulsaciones por noche. Esto requiere un importante mantenimiento, un ajuste del mecanismo, entonación, afinación, sustitución de cuerdas, etc. para conseguir la uniformidad del sonido y la sensibilidad del teclado correctas para seguir cabalgando.
En este capítulo describiremos los sucesivos arreglos hasta la restauración final con la que el piano emprendió una nueva y anónima vida hasta que fue rescatado, así como el estado en el que se quedaba el piano tras ser tocado por unos o por otros, según testimonio del que fue su técnico durante tantos años, Eduardo Muñoz.
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ALREDEDOR DEL PIANO DEL CAFÉ CENTRAL
En este apartado se incluirán artículos, ensayos u opiniones de personas vinculadas al
Café Central. Se tratarán documentos inéditos para esta ocasión y textos ya escritos por especialistas como Nanye Blázquez, Pedro Calvo, Javier de Cambra, Juan Claudio Cifuentes, María Antonia García, J.M. García Martínez, Federico González, Miquel Jurado, Raúl A. Mao, Gerardo Pérez, Xavier Rekalde, José Ramón Rubio, José Ignacio Sánchez-Cuenca, Ebbe Traberg, Ramiro Villapadierna…