Chopin’ Chopin_ Judith Jáuregui + Pepe Rivero Trío

Chopin’ Chopin (28/6/14)

Judith Jáuregui & Pepe Rivero, pianos
Michael Olivera, batería
Reinier Elizarde Ruano “El Negrón”, contrabajo

Lo certificamos oficialmente: Chopin’ Chopin es un proyecto irresistible.

Lo Otro tuvo el privilegio de ser sede del preestreno del proyecto de fusión de los pianistas Judith Jáuregui y Pepe Rivero, a unos días de su estreno oficial en el Palau de la Música de Valencia dentro del Seagram’s Gin XVIII Jazz Festival. Chopin’ Chopin combina orígenes y estilos: raíces europeas y cubanas en un diálogo entre clásica y latin-jazz presidido por Frédéric Chopin, que suena en versión original en las manos de Jáuregui para a continuación ser “jazzificado” por Pepe Rivero y su trío de ases cubanos.

Para la ocasión, Lo Otro estrenaba nueva disposición de pianos en escena, con una ampliación considerable del patio de butacas. Los dos grandes colas Mason & Hamlin y Steinway & Sons se acoplaron para dialogar, desde el código chopiniano, en dos dialectos diferentes pero pertenecientes a un mismo idioma.

La mera comparativa entre la versión escrita por la mano de Chopin y su jazzificación ya resulta un placer estético en sí misma. Pero cuando además esta estimulante conversación la ofrecen dos pesos pesados del escenario pianístico de nuestro país (y más allá), se convierte en un verdadero espectáculo para los sentidos, las neuronas y el alma.

Desde el Mason & Hamlin, Judith recitó un Chopin refinado, elegante y de espíritu altamente sensible. Su acercamiento al teclado resultó exquisito, caracterizado con una amplia paleta de colores y personalidades sonoras, desde la furia embravecida del preludio nº 18 hasta las filigranas de la mazurka Op. 17 nº 4, que sonaron volátiles, etéreas.

Y desde el Steinway & Sons, su interlocutor Rivero respondía con su maestría en pasar la música del polaco por el tamiz latino, ya demostrada en su disco ‘Los boleros de Chopin’. En la selección de los preludios Op. 28 pudimos escuchar este irresistible filtrado con los distintos sabores de un zapateo cubano (nº1), un bolero (nº4), una guajira (nº7), swing (nº15), latin (nº18), slow son (nº20) y afro-swing (nº23). Después descubrimos con nuestros propios oídos cómo la mazurka parecía nacida para ser reconvertida en bossa-nova con una naturalidad sorprendente. O cómo el Andante Spianato, que Judith acababa de declamar con un lirismo ensoñador, se vestía de arrebatados tanguillos flamencos. O cómo la épica Gran Polonesa Brillante, que arrancó merecidos bravos tras el temperamento y la bravura de Jáuregui, prolongaba la fiesta final con una mezcla afrolatina y algún que otro paréntesis de stride y rag, desde el no menor virtuosismo de Pepe.

Imprescindible destacar lo magníficamente escoltados que estaban nuestros pianistas: Reinier Elizarde demostró una vez más, desde su buen hacer en los cimientos armónicos, por qué es uno de los contrabajistas más solicitados del momento. Su entendimiento y complicidad con Rivero son sencillamente indisolubles. Michael Olivera, con una batería en versión reducida, se mimetizó a la perfección en un empaste impecable, revelando esa inusual virtud que casi hace olvidar al que escucha la esencia percusiva de su instrumento.

Ante el rugir del público, sonó de propina “Jeunes filles au jardin”, la última de las “Scènes d’enfants” del catalán Federico Mompou. Aquí fuimos testigos de un cambio: durante la velada había predominado la estructura pregunta-respuesta entre los pianistas, a excepción de algunas intervenciones cubanas en la versión de Judith durante la Polonesa, inspiradas por la versión orquestal de la misma. Sin embargo aquí se difuminó absolutamente. Mientras la pianista describía el personalísimo universo de Mompou con sonoridad luminosa, el trío caribeño improvisaba sobre ella, sin romper la atmósfera de cristal, delicadísima, de la partitura.

Pero la noche no acabó ahí: el bis obligatorio en el Yamaha C3 que fue del Café Central y que vive en el piso de arriba no podía faltar. Los pianistas aceptaron la encerrona: en una improvisación total a cuatro manos, volvió a sonar la versión ‘bosseada’ de la mazurka, con un final sorprendentemente clavado que arrancó más ovaciones.

Chopin’ Chopin ha nacido rebosante de salud y le deseamos que crezca y evolucione a más. Las energías y caracteres fuertemente contrastantes que pudimos escuchar ocuparían una larga lista de adjetivos: poético, bailongo, sublime, cantabile, marchoso, dramático, inteligente, vividor, gozoso, profundo, sabroso, sugerente… ¿Cómo resumir tantos adjetivos en una sola palabra? También la inaudita mezcla de procedencias geográficas era evidente, y acabó resultando una auténtica polaco-euskal-gozadera. Nos quedamos con el refrescante sabor de oídos de esta velada chopiniano-caribeña difícilmente olvidable.

Nuestro especial agradecimiento a Javier Monteverde de Cezanne Producciones, mago de los decibelios, por ofrecernos su maestría en la grabación de este concierto.

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